Se me hace extraño hablarte de otros, contarte entre lágrimas que ya no es tu piel con la que sueño cada noche, suplicarte que le digas que me ayude a olvidarte. No tiene sentido. Es como imaginarme tirada en esta cama sin Deltoya de fondo y sin ceniceros llenos de colillas apagadas con inseguridades. Pero es la vida que elegimos.
Que elegiste, perdón.
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