jueves, 27 de octubre de 2011

Espirales.

La inspiración se escurre entre las cuatro paredes de esta cama, por eso de que sin ti es una jaula y como queriendo decirme que aunque haya calefacción, en mi cuarto va a seguir haciendo el mismo frío.
Una mirada nos basta para parar el tiempo sin que se enteren los relojes, y cuando te vas por aquí queda poco más que el desanimo, rezar por que vuelvas mañana.
Soñar que no estás y despertarme con tu "bonita" no se puede comprar con oro,  y ni todos los enamorados del mundo son capaces de entender lo que se siente.

Desde que te conocí se me hace más jodido lo de dormir sola.

Y puede que tenga poco más que mi inexistencia, unos pantalones rotos y unas ganas horribles de que te corras mirándome a la cara, - por mucho que diga que el bruto eres tu- sonrisa en ristre, corazón a prueba de bombas.
Los pitis saben distintos, y a veces saco dos como creyendo que estas al lado, meto las manos en los bolsillos
y no hay fuego, como si todos los mecheros del mundo pudieran igualar lo que supone nuestro cuerpo a cuerpo. Aunque te regañe me gusta que mi habitación esté desordenada, y si pasan cinco minutos de película
echo de menos tu mano aislándome del mundo, o abriéndome las piernas, pues yo creo que últimamente,
son sinónimos... Que la hundas en mis pantalones no se compara con vidas anteriores, y si no fuera por las viejas fotos,  juraría que no son mías.
Fui rechazando los reservados porque me sugería más un prohibido el paso, el espeso rechinar de dientes que me provoca el frío de las ocho de la mañana, cuando suena el despertador y no lo apago.
Y hasta en tus pequeñas manías me gustas,  mi cabeza no para de construir palacios de treinta metros,
con poco más que un poco de truja y el primer nosotros, que me atrevería a escribir en mayúsculas.
Todo se ha basado en estrellarse, en aprender a querer - y a follar - con Cien años de soledad que es lo que ha durado esta espera, y los cien que tengo por delante para regalarte.  Poco más dicen mis letras a estas horas, teniendo en cuenta que sólo descanso cuando noto tu respiración en mi cuello - y ese es el motivo de mi insomnio -, algo de sueño,  unas veinte cajetillas de tabaco vacías, y un arma entre las piernas que se dispara sólo si te siente cerca.

Me quedo sin letras aunque no sea el peor de los pecados, aprendo a sumar uno más uno por mucho que las matemáticas digan que es un error, y que la probabilidad es tan ínfima, que puede que me haya tocado la lotería. No tengo suerte en nada y esto no iba a ser menos. Pero puede acabarse el mundo mañana, puede llevarse mi abrigo  y todo lo que sembré durante años, una sola ráfaga de viento.
Puedo mojarme, tener nuestro sudor al cuello, como quien dice, que nada hará que hoy Pucela no me parezca oscura y vacía,  y no porque no tenga ni pitis, ni fuego, ni esa pequeña parte que me completa
en forma de mis amigos recogiéndome un sábado a las seis
cuando nos come la mierda.

Todo es mucho más fácil, y aunque la mitad de habitantes de esta población no se den cuenta,
se que esta noche va a llover, porque en esta jaula - como quien dice -
sobran rayos y la luz nos ciega, abundan parques y colas del inem, quedan trozos de sabores por el suelo, pero el vacío más grande - aunque nunca te lo haya dicho - es el que deja tu sonrisa.

lunes, 24 de octubre de 2011

The rest of my life!

Que nadie que no seas tú vera esa sonrisa porque ya no es sin la tuya. Que no hay amor sin temor, pero nos sobran huevos y ganas.

Y que no necesito ser la primera, me basta con ser la última.

=)

viernes, 21 de octubre de 2011

Et voilà, como si hubieran pasado treinta años.

Escuchar a Sabina pierde todo su sentido si ya no pisas este suelo, y me queda poco más que un poco de fiebre y cuatro paredes que se me echan encima porque en este piso todos han salido de fiesta (y bien que hacen). Las calles de esta ciudad cada día son un poco más extrañas, no termino de acostumbrarme a este barrio y sus miradas, y se echa de menos a los chavales, por eso de que, estemos donde estemos, me hacen sentir en casa. Me tiemblan las piernas cuando pienso que hasta los días siguen sabiendo a sangre, cuando echo la vista atrás y de un año a esta parte, el 90% de lo acontecido me resulta indiferente. Me abruma la simple capacidad de querer y dejar de hacerlo, me agobian las prisas, y el sinsentido de tantos palos como caídos del cielo. Pocos recuerdos me quedan ya que no duelan, que tenías un ojo azul y otro verde, aquel primer orgasmo, o como te juré entre muebles y cajas que no me iría nunca, y perdón por no cumplirlo. Se trata de evolucionar como persona: hacer malabares con los vaqueros, amar como si llevaras haciéndolo toda la vida...
De tanta hostia, y tanto duende de una noche, y tanto chupito, me quema el exófago, y al final, no sé como lo hago, pero acabo maltratando yo más a mi corazón, que todos los hijos de puta que vinieron a intentarlo.

martes, 18 de octubre de 2011

Soy la mejor amiga de la peor pesadilla de tus sueños.
No escribo, no porque me falten ganas, letras o tiempo, si no porque me faltan penas. Me acostumbré a escribir sobre corazones rotos y camas vacías, algo así como Sabina pero sin perdices, y ahora que soy una chica con altas dosis de felicidad ya no sé qué plasmar. Nunca fue lo mío escribir sobre margaritas y caminos de rosas, o sobre las velas que has sido capaz de encenderme una noche porque sí, porque te dio la vena.
Quizá mis aspiraciones a chica de ciudad busca piso a compartir sean esos sueños que perdí un día en las cunetas, mientras iba a esa velocidad que solo lleva el corazón cuando se enamora y está cerca.
Puede que sea el hecho de que estés lejos y no sepa a quién contarle todo esto, porque me refugio en aquellos que me hacen reír, y de esos no abundan.
Hay días, como hoy, que me duele el alma de no verte. Quizá por eso escribo hoy. Es el típico día tonto, así sin más, cualquier día. Echo de menos ver mis medias rotas y sucias sobre tu mesa, tiradas de cualquier forma en mitad de la noche, sin ganas de saber dónde caerían, con toda tu concentración en mis labios, o eso me dices después.
Porque no soy yo sin ti.

lunes, 17 de octubre de 2011

FUCK

Es lo que tiene encender un cigarro a las dos de la mañana, pasar calor aunque esta vez no sea tu culpa, confesarle que sólo fue un cuerpo más sobre el que te folle, y que nadie por aquí siga con la duda.
Los vecinos ya casi nunca se quejan, bebes poco y fumas mucho, has cambiado: ahora eres formal, o eso dicen. Tiene huevos.
Que despiertas por la mañana como dándole la razón a todos, ni preguntas ni sientes, te cierras en banda porque ya sólo crees en el abrir de piernas, porque se te ha olvidado eso de tu mano y la mía y yo, que quieres que te diga, no es que quiera recordártelo.
Los días pasan rápido y ya todo queda lejano, porque volver la vista atrás y reírse es un hecho insustancial provocado por las margaritas que crecían detrás del instituto donde aprendí (o me enseñaste) todo lo que no me contaban los libros.
Las calles del barrio son distintas y llevo mucho sin pisarlas, porque ya no son capaces de sacarme de los apuntes cuando necesitábamos un piti, porque vivir al límite dejo de ser lo nuestro.
Porque las velas de cumpleaños, las pestañas, y hasta las mañanas de verano se han dormido después de reírse en nuestra puta cara.
Y ahora cuento todos los chupitos que bebí en tu nombre, y cuando no duermo no es por tu culpa.
"La droga es mala", pero los que lo dicen también. Y creo que después de quinientas noches, este colchón ya no se acuerda de nuestras guerras.

jueves, 13 de octubre de 2011

Lo que no digo.

Mentiría si dijera que no me quema el alma cada vez que la imagino en tus brazos. Me entran ganas de reventar a hostias a cualquier otra que haya ocupado tan sólo una milésima de tus pensamientos, y es justo así, como me juré hace un año, que no iba a acabar. La situación se complica, y el vaso se llena de leche y galletas, pero no se lo digo a Marian para no asustarla, porque la he prometido que hay una caña para ella en Puente de Vallecas, que me voy a reír de las adversidades, que no voy a permitir que nadie me corte las alas.
Es jodido que las lágrimas te resbalen por la sonrisa, por eso de que al mal tiempo buena cara y que si hay que afilar los dientes se afilan, teniendo poco más que la inseguridad pero acostumbradas a esta vida de malabaristas, a no sólo darnos la hostia sino a provocarla, a cerrar heridas con alcohol (de cubata) que nosotras mismas abrimos, por eso de que después de tantos palos, tanto cabrón, y tantas putadas, nos suda las tetas lo de sangrar por los ojos que por las manos.
Le cuesta hablar pero no sonreír, tiembla porque tiene miedo. Y sabe perfectamente que los besos que no dio se quedarán en el tintero, que acabarán siendo boli bic azul para alguno de sus textos, cuando se cague en el poeta que la robó el corazón, el guitarrista que la robó el tiempo, ÉL, que vino a devolvérselo de golpe.
Todo sufrimiento es opcional, la única lucha perdida es la abandonada, y los crucis y las treguas valen en el amor pero no en la guerra. Desmontar viejos refranes a las tantas de la mañana, sonriendo como una gilipollas mientras tecleo (y no sé bien por qué) tiene hasta su encanto, teniendo en cuenta que decidí vivir como pensaba, para no romperme la cabeza por el trascurrir de los días, afirmando que, he aprendido a saltar sin red, aunque luego me apetezca subir a buscarla.

domingo, 9 de octubre de 2011

Corazones molotov, parte II.

Si 200.000 lágrimas no me parecieran suficientes para volver a casa con picor en el corazón (y en la cara), te habría dicho que ni te molestaras en encenderte el piti y sentarte a escribir la historia. Podría afirmar que Pucela esta noche sabe distinta, que se me había olvidado lo que era perderme entre ceniza y letras, y que echo de menos, por no hacer de más, una cama al lado. Todas las diéresis parecen morder los senti-miento-s, y hay tantas esquinas que podría doblar, y tantos lugares en los que podría estar mi "reservado", que se me ha olvidado lo que era eso de acumular energías, perderme en el ángulo con-beso de toda guerra, agitar las sábanas blancas y que por favor, esta vez, no haya treguas. Se me antoja lejano el olor a tostadas, por eso de el mundo en mi contra, el amor de mercadillo que compramos de rebajas y que podemos colar a cualquiera como si fuera de marca, los textos de algún colega que hacen que me escuezan los ojos a las tantas de la mañana.
Escuchar algunas canciones, sin tenerte al lado, no tiene sentido. Y no sé si es porque lleva todo el día la ventana abierta (perdón por el humo, chavales), o porque no tengo al alcance de la mano mi motor de cada día de guerra, como diría escandar, pero lo cierto es que no hay calefacción, y en mi habitación, para bien, o para mal, hace más frío que nunca.

jueves, 6 de octubre de 2011

MoodRing

Mañana quiero vaciar una botella en tu nombre y en mi boca, alguna que en la etiqueta ponga llámame, pero sin elle. Quiero que seas tú quién dicte mis pasos, aunque me perdones algún que otro traspié en la pista, al ritmo del compás y tan rodeados de gente que estemos solos. Quiero girar contigo hasta que lo único que vea claro sean tus ojos.

Y entonces, dejarme llevar para no volver.

SteveJobs

Nunca seré de esas personas que escriben maravillas sin apenas respirar para ello, ni uno de esos dramaturgos del siglo de  Oro que tienen más de cincuenta obras publicadas en su poco tiempo de vida. Quizá nunca tenga mi columna en un periódico, ni mi pequeña casita en el trastevere de Roma, y quizá ni siquiera tenga para llevar esa ropa con la que me imagino dentro de unos años.
A lo mejor todo se trunca dentro de cinco minutos, quizá nuestra vida cambie en unos pocos segundos. Steve Jobs me ha enseñado en apenas quince minutos que alguien que ayer estaba vivo y que para mí era tan solo el fundador de una grandísima compañía informática, al cual ni siquiera ponía nombre, podía cambiar una vida, darle sentido, enseñarle que lo importante es disfrutar, porque quizá no hubiera mañana. En ese vídeo, un discurso en la graduación de la univerdad de Stanford, puede derrumbar las bases de cualquier forma de vida, con una sencillez y una claridad que asustan. Desde aquí quiero rendirle un pequeño y particular homenaje a esa grandísima persona que ayer nos dejó para siempre, aunque su maravillosa forma de vida ha crecido en las últimas horas, en corazones de persona que, como yo, tan solo querían enterarse de las últimas noticias.
Hoy, sin haber acabado si quiera de ver el vídeo, he desechado todo aquello en lo que creía, para sustituirlo por algo nuevo. He comprendido que hay cosas que simplemente no merecen la pena. Otras, por el contrario, merecen hacer las mayores locuras de esta vida. Basta de discusiones, porque no merece la pena perderte por algo así. Porque es mi futuro. He decidido que lo que opine la gente no va a influir en mis estudios, porque me da igual que no tenga salidas, ni futuro, ni perspectiva. Me lo pide el corazón. Lo haré, y ya veremos dónde acabo. Sea lo que sea, será lo que mi cuerpo, mi alma, mi destino, mi karma, me ha dado.
Porque él nunca se rindió, y yo tampoco.
Suerte dónde quiera que estés Steve. No te olvidaremos.

martes, 4 de octubre de 2011

Mi estrella...

Vivo evitando cualquier resquicio de aire que contenga tu nombre, cualquier brisa fresca que venga a recordarme que ya no estás, que te has marchado y por mucho que mire al cielo no consigo distinguirte. Me acojona el simple hecho de la indiferencia, imaginarme a algunos llorándote entre las cuatro esquinas de la habitación en las que repartías sueños de alquitrán, como eso que fumabas alguna que otra vez conmigo. Se me hace imposible beber a tragos largos el vino a palo seco, y mira que lo intento, no se si porque dejaste una estela  a tu paso o porque me han dicho tantas veces que eras genio y figura que no me sale más que imitarte. Si estuvieras por aquí con tu tos seca y tus ganas, te diría que sigo siendo esa niña acojonada que sostenías entre tus brazos, un poco más vieja (que no más alta), y un poco más madura (pero poco, lo siento, tía), aunque ya sabes tú que de porcelana tenía el corazón y no las botas. Tampoco puedo contarte historias que ya no sepas. Pero el traqueteo de los trenes del metro ahora me sabe amargo, los helados no llegan a casa seguidos de un chocar de llaves contra la mesa de la entrada, y el "ya estoy aquí" se pierde entre el humo de mi piti y el rechinar de dientes que se antoja inevitable cuando pienso en lo que te echo de menos. Bajarse en atocha ha perdido todo su sentido. Y cuando llueve, grito como una loca, porque no me sale pesar otra cosa, que es porque tu lloras.