lunes, 28 de febrero de 2011

tic, tac, tic, tac...



y es por eso que me gustan los cuartos pequeños, los patios vacíos y las escaleras de caracol. Aborrezco los lunes porque me resultan familiares, y los martes y los miercoles, y hasta los jueves, por no ser más que una historia ciclica de casualidades que nada tienen que ver con el pretérito perfecto color verde de sus ojos. adoro el sabor del fuego en tus pupilas, el suave tacto de tu mano pasando las hojas de las rimas de Benedetti que me leías cuando aún sentía frío, aquellas mantas apoyadas sobre piedras marchitas que se deleitaban con nuestros atracos a beso o muerte y hasta las margaritas que presiento (porque no he vuelto alli) deben de estar ya más que marchitas. algo murió aquel día. la mayoría de las personas dirían que lo que desapareció fue el amor, o quizá la pasión, incluso si me apuras, la necesidad. pero eso no es cierto. y desde entonces, todas mis faltas de ortografía se escriben con K, me iluminan más las farolas a las cuatro de la mañana que los sueños, y no soy capaz de coger el timón sin otras dos manos. c ' est la vie, o eso dicen. lo cierto es que cada vez que escucho esos cuatro acordes, recuerdo esos días: preciosos, de sol y playa. las baldosas de las calles parecían abrirse a nuestro paso y cada esquina me sugería un abrazo más que cualquier abismo. poco puedo contarte ya de mi vida, nada que no esperaras: fumo tranquila y sola en un piso alquilado, arrugo papeles a falta de musas, y sólo siento que no te necesito cuando el sexo de callejón llama a la puerta. qué le vamos a hacer, esta es la vida que queríamos. bohemia, simple, rutinaria. no merece la pena luchar por construir sobre unos cimientos que no existen. no merece la pena desgarrarse la piel, y mucho menos las heridas, cuando en el reloj nos dan las ocho y sale ese puto sol a quemarme con sus recuerdos. sí, sigo con el flequillo. cada vez me lo dejo más largo, como queriendo taparme los ojos para no ver lo que algunos temerarios aún llaman mundo. que tal las sabanas de tu cama? supongo que no me echan de menos. no quiero sonar a whisky, lo siento. no hay nada que cambiar, ni horarios de trenes que coger de vuelta a casa. supongo que te lo imaginas. un día, y otro, y otro. sí, eso es todo lo que hago. drogarme con besos... pinchar tu risa.

- "Tengo una soledad tan concurrida..."

sábado, 26 de febrero de 2011

Ojos azules del vaivén de mis olas.

Poca cosa te van a decir mis letras, que se basan en una pragmática de alcantarilla, un cigarro, y las dos copas de ayer convertidas en dolor de cabeza. Poca cosa, digo, porque poco pueden hacer ya estos dedos cansados de escribirte en soledad, de susurrarte amagos de abrazo que se quedan impregnados en esas tres rosas que no se marchitan. No se marchitan, quizá, como tus recuerdos, que siguen vivos y nítidos en mi memoria veinticuatro suspiros al día. Un te echo de menos se queda corto, vaya, para explicar la sensación que amordaza mis días. Y al final, tanto agua, tantos sueños divididos a partes iguales entre cloro y tardes de sol, se han quedado más que obsoletos. Me cuesta y me jode a partes iguales eso de seguir caminando sin tus ojos azules al vaivén de mis olas. Me jode, repito, porque al final va a ser verdad eso que tanto me dicen, como queriendo llenarse la boca de una hipocresía que no te conoce: "no esperes nada, simplemente este mundo no es justo". Y para qué voy a explicarte lo que sentí aquel nueve, de aquel mes, de aquel año que marca mis arrugas como si fuera ayer. Si sólo es una historia cíclica. Si lo que pasa es que a las buenas personas no se les permite una segunda oportunidad sobre la tierra.

Secretos de balas.

-Madrid huele a humo y aún resuena el sonido de los aviones que traían la muerte al cruzar la ciudad. Han pasado casi 72 años desde aquella caída de la capital del 26 de marzo. No fingiré que no sonreí, alegre como ninguno cuando escuché el último parte de guerra, y tampoco que el nombre de Generalísimo no fue un bálsamo de orgullo para mi y mis compañeros de trinchera, que todavía permanecíamos en la recién caída Murcia. En realidad, en aquel momento comencé a soñar con volver y besarla, y decirla: "amor mío, todo esto terminó, ya soy libre, y no volveré a marcharme", torturado aún por sus ojos húmedos en esa última despedida un año atrás. No había existido noche que no soñara con volver a verla, ni batalla de la que saliera vivo solo por saberla esperándome en casa. Volvimos en un camión, el mismo que nos había llevado a tomar el último bastión de los republicanos un mes antes. Chasqueé la lengua, no ayudé a tomar Madrid. Recorrimos el país, que si todavía olía a pólvora, para nosotros su ruina era la victoria de la justicia. Llegué a mi pueblo, y vi como mis compañeros me saludaban mientras bajábamos del camión, y subían ciertos desgraciados que apoyaron a quien no debían, y sonreí. Me encaminé a mi casa, y fui testigo de como delante de su puerta asesinaban a mi mujer y a mis hijos al grito de en nombre del Generalísimo, y de como un compañero me decía: "les apoyaba, les pasaba comida y les dio refugio..". ¿Y a mí qué más me daba? Ellos eran lo único que tenía y ahora estaban muertos, muertos delante de mis ojos, los que le habían visto pedirme a gritos auxilio.
-¿Por eso estás aquí?
-Sí.
-¿Qué pasó?
-Quise matarlos, quise matarme, quise destruir todo lo que ayudé a construir jugándome lo que ya no tengo. Carlos me apuñaló.

Al habla Felicidad.

Podría perderme entre barras de bar y noches en tu colchón, entre sonrisas disimuladas con tu almohada y cincuenta besos de esos que puedo darte de refilón, con una guerra de miradas que terminan en un vis a vis color verde marihuana. Últimamente, aquí solo suena una mezcla de triste y bonito. He perdido esa costumbre tan mía de perderme entre cuatro chupitos y todas las ganas de cambiar el mundo de lugar. He abandonado lo que me daba fuerzas y he tirado mi orgullo por la ventana. Paso las tardes soñando entre apuntes de Lengua y la suya, dejando escapar salamandras por las ventanas. No rompo la noche ni exprimo hasta el último segundo de cada momento, porque para qué si tenemos una vida por delante. He perdido lo que era tan mío como el amanecer, he dejado canciones por el camino, y todo lo que eran mis exponentes ahora le pertenecen a otra. He aprendido lo que es morir por amor, y renacer, y despertarte por las mañanas y que mi rostro sea lo primero que vean tus manos al despertar. Sé que cada segundo lo invierto en reivindicar lo que no es mío más que por derecho del corazón, del suyo, o quizá sea del que late por él. Como la sensación de ser lo único cuerdo en un mundo de locos cuando te ves de repente sentada entre cuatro paredes verdes con quien juró matarte mirándote a los ojos y diciéndote: "qué, te echas un piti?" Te planteas la estupidez humana con más seriedad de la que eres capaz de mostrar cuando se te escapa la risa si sus ojos te miran serios, mientras sabes que en dos minutos estarás en su cama, muriendo de la risa esa que solo él es capaz de sacarte.
Porque lo siento por todas las chicas del mundo, pero estoy enamorada y, de verdad que lo siento, pero él también.

viernes, 11 de febrero de 2011

Es esa forma de mirar tan tuya la que revienta mis pulmones para oxigenar mis costillas. Es esa última calada que se derrite entre tus labios, el último peta que me pasas a eso de las seis cuando el cuerpo ya no puede más pero la cabeza pide a gritos seguir por estas calles que coleccionan recuerdos, que poco a poco van conociéndome, que guardan restos de amores fallidos por cada esquina. Quizá es que no quiera más que este segundo no sé si contigo o sin ti, tirados en cualquier esquina arreglando el mundo, apurando el último trago del alcohol que nos han vendido no para cerrar heridas sino para hacerlas más profundas. Sólo la luz de estas farolas, este lápiz que no me entiende, el sonido de nuestros huesos rotos después de tanta risa y tantas miradas a quemarropa, de tantos sueños perseguidos y tan pocos alcanzados y una última ojeada hacia el horizonte lleno de besos que se disipa como las ganas de dormir, como dos horas observándote solo porque tienes los ojos cerrados y quién sabe con quién sueñas, pero como voy a parar ahora. Pides demasiado sabiendo que eres el que aleja los fantasmas. Pides demasiado, digo, porque después de este precipicio me esperan tantos metros de caída, que tantos sueños, tantos polvos, tantos abrazos y tanta droga no consigue sostenerme. No consigue sostenerme y tú me miras, y...
-Por qué sigues
si ya lo sabes, si siempre es lo mismo...
- Porque merece la pena.