viernes, 11 de febrero de 2011

Es esa forma de mirar tan tuya la que revienta mis pulmones para oxigenar mis costillas. Es esa última calada que se derrite entre tus labios, el último peta que me pasas a eso de las seis cuando el cuerpo ya no puede más pero la cabeza pide a gritos seguir por estas calles que coleccionan recuerdos, que poco a poco van conociéndome, que guardan restos de amores fallidos por cada esquina. Quizá es que no quiera más que este segundo no sé si contigo o sin ti, tirados en cualquier esquina arreglando el mundo, apurando el último trago del alcohol que nos han vendido no para cerrar heridas sino para hacerlas más profundas. Sólo la luz de estas farolas, este lápiz que no me entiende, el sonido de nuestros huesos rotos después de tanta risa y tantas miradas a quemarropa, de tantos sueños perseguidos y tan pocos alcanzados y una última ojeada hacia el horizonte lleno de besos que se disipa como las ganas de dormir, como dos horas observándote solo porque tienes los ojos cerrados y quién sabe con quién sueñas, pero como voy a parar ahora. Pides demasiado sabiendo que eres el que aleja los fantasmas. Pides demasiado, digo, porque después de este precipicio me esperan tantos metros de caída, que tantos sueños, tantos polvos, tantos abrazos y tanta droga no consigue sostenerme. No consigue sostenerme y tú me miras, y...
-Por qué sigues
si ya lo sabes, si siempre es lo mismo...
- Porque merece la pena.

No hay comentarios: