jueves, 30 de septiembre de 2010

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Resisto barriendo mis pasos sobre un idilio que tirita de frio, que llora de angusta. Apunto las sonrisas que le debo, los adioses que aún duelen, las cicatrices que tengo que coser y las heridas de este amor en carne viva. Lucho por no sé bien qué y vivo de recuerdos que acorazan mis pulmones y rodean de alambre de espino unas venas cansadas de sangrar tinta color azul bic. Juegas a ser estrella del cielo y yo trato de mirarte sin quemarme. Compras mis poros, mis te quieros, mi prosa y hasta mi colchón por un par de comisuras hechas de barro y salitre. Me escondo en un corazón coraza, en una soledad que me mete la niebla en los huesos, en un contigo pero sin mi. En el miedo al adiós y la angustia de sentir esta habitación más jodidamente cuadrada y llena de humo que nunca.
Mierda.

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27 de septiembre.
Hay días en los que me gusta renovarte las miradas con sonrisas de esas que te hacen estremecer, retorcerte entre mil baldosas que llevan tu nombre grabado. Soñarte y desearte a base de miradas, que deshacen mis rizos entre los amaneceres de mi conciencia, y de la tuya, y de la de nadie. Respirar recién levantada entre las nubes, y dudar, y no sentir más que frío de vez en cuando. Pero joder, tengo alergia al verano. Reflejos de ojos verdes, de ventanas, de locuras y de vida, de hombros caídos y alfombras de esas en las que te tumbas y te dejas hundir en ellas, como si nada importase. Una cama mullida, de plumas. Muerta de ganas de deleitarme tejiendo letras en mi piel, con tinta china que compré un día, y que dejé en un armario, muerta de risa en esa caja que decía: "para cerrar heridas o contar gotas de felicidad, para pintar sonrisas o para esos momentos en los que crees que solo te comprenden cuatro cuerdas y en el techo de tu habitación." En las instrucciones decía algo de usar solo en piel cicatrizada, llena de muescas de vida y de sueños, de caídas de la nube. De no dormir.

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21 de septiembre.
-El alcohol desbordaba esa mirada que a través del ascensor supo desgarrar cada centímetro de mi conciencia, y no tengo excusa desde el momento en que te sonreí. Solo fue una noche, y de ella unas horas, con las sábanas resbalando por tu piel cuando huí con el soplo del amanecer de allí. Quizá despertases con el click de la puerta de tu piso, y vieras ese post-it verde que rezaba un gracias como única respuesta al te quiero que me susurraste. No sé, qué decirte, una más de tantas y una noche en tu almohada, mi olor por compañía, y el abrazo de mi ausencia. Sentirías frío, quizá, y tu cama me odiaría tanto que se negaría a volver a dejarte soñar con mi forma sobre ella al amanecer, tal y como te la encontraste, un día de enero. He roto tantos corazones que ya el mío ni siente. Creo que simplemente quise cobrarme cada lágrima en un corazón nuevo. Decorarías tu casa con frascos embotellados del olor de aquella noche, con cuadros de la forma de mi espalda, que te dejé memorizar hasta que el contacto de tus labios provocó tantos escalofríos como gemidos en tu garganta. Esperé cualquier cosa aquella noche, con esos ojos azul cielo que no sabían hacer más que sonreírme y prometerme todo eso que nunca he querido. No, no recordé tu nombre. Ni quise hacerlo. Y, joder, no es necesario que te lo diga.

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15 de agosto.
Tengo un puto nudo de lágrimas en la garganta, y querría deshacerlo y dejarlas ir, y que fuera lo que le apeteciese al destino, si es que de veras existe. Darle una patada a la autodestrucción y a los remedios caseros que solo hacen crecer la mancha de mi camiseta, trasluciendo a mi alma.. o eso quiero pensar. No sé, a veces querría ver en tu pupila. En cada movimiento descuidado mientras sonríes y me haces tener ganas de comerte a besos, con esa mirada tan endemoniadamente tuya a través de unas gafas que, no falla, tienden a ser mías.
"¿Eres de las que quieren demasiado o de las que no quieren tanto?"
No lo sé, y eso me hace pensar que la superficialidad inserta en mi interior desde antes de nacer crece cada día, pero Ella dice que me arriesgue a querer a aquel que sonreía a los pies del escenario mientras yo sufría mi éxtasis personal entre esas conversaciones teñidas de risas y de esa capacidad de desafinar innata en cada guitarra mal tocada, en cada canción que parto con mi risa a la mitad de Sol.

20!

13 de agosto.
Veinte abrazos más tarde, no me salen las palabras, y quién sabe, rehúyo los besos. Hay quien dice que calientan el corazón, pero tengo la teoría de que el mío tiene un radiador en su interior, y ya sé que odias todas esas cosas que sin embargo te hacen quererme, pero tú sabes que yo sé que los dos sabemos que nada es normal en todo esto.
Él me dice que tengo artrosis en el alma. Tras mucho discutir, vi que era cierto. Desgastada y dolorida, solo quedan cicatrices. Personas que llegan y se van. Pero ella no me ha dejado nada. Y de nada nunca hay restos. Y no sé por qué coño pienso todas estas tonterías si la vida son dos días y el momento de luchar es el ahora y no el pasado. No, no sé cómo me veo en diez años, y los calambres en las uñas colaboran a decirme que ya es hora de mirar y de vivir, y de sentir, y de luchar, y de..

El delirio en ayunas de nuestras intenciones reflejadas en gafas de sol así modernitas...


No tiene nada de especial quedarme sin palabras cada vez que veo tus ojos. Es como cuando ella dice que le ha olvidado mientras le dedica sus lágrimas y su prosa. No sé de qué me extraño. Lo cierto es que me amargan los portales vacíos, el café sin humo o el sol de los domingos posándose en el hueco que deja tu espalda. Pero qué te voy a decir, si sabes más de despedidas en forma de post it que de paseos de la mano por un parque de esa ciudad que nunca conociste. Sentiste camas calientes y corazones helados, pero sin embargo ahora descansas, mientras arrugas papeles casi tanto como poesías, entre cuatro paredes que te están conociendo pero que te hacen sentir vacía.
"Como un polvo sin amor", decías.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Fobias.

Tengo fobia a conjugarte en presente, en pretérito, y a dejarme sonrisas en las cunetas. También al picor de orejas, a los estornudos y a las fotos quemadas. Al sabor del whisky, al de la derrota y al sinsabor. A los cuadros vacíos en la pared, a la pintura nueva y a los vestidos blancos. A las sombras demasiado oscuras, a las piruletas y al dolor de muelas. Al orden, al desorden y a las normas. No me gusta la simetría y tampoco el ritmo. Las elipses me agobian y las pupilas dilatadas me asustan. Los zumbidos me anestesian y hay ciertas sonrisas peores que un puñetazo. Retorcer los átomos es solo un hobby. Y tengo manía a los corazones rotos, a los enteros y a los que no tienen cicatrices. Odio a los que me dicen que la felicidad no es más que un espejismo, y a los que no paran de decir que somos unas niñas, y no tienen ni puta idea de qué siente esta niña.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Nothing.

Me asusta mirar atrás. No por esa ingente cantidad de sonrisas que he perdido por el camino, o que se han caído de mis labios en las cunetas. No por esa fobia a conjugar en pretérito cada latido. Creo que todo eso es tan simple como sencillo de olvidar, no sé, como una voz más alta que otra antes de que las bocas tengan mejores cosas de las que ocuparse que hablar. Supongo que es un poco como pararme a mirar las vías sin sus ojos como aliciente, o eso de que el vodka no sabe igual si no me lo inyectan sus risas. Quizá no sea por los besos de capa caída, ni por la piel trazando corazones VS cervezas. No sé levantar el telón, y me gustan más los teatros vacíos y a oscuras, porque aunque no lo creas aún recuerdo que el reflejo de esa ventana en tu piel solía dejarme ciega, y no sé por qué echo de menos cada susurro en el que me volvías tan loca que quería devorarte la mirada. ¿Ves? Ahora ya estoy inmersa en esa espiral de la que nunca me enseñaste a salir, porque nunca hubo un por si acaso, ni me planteé esas puñaladas entre las costillas, directas a los pulmones, cuando hace demasiado frío y me atormenta el recuerdo de cualquiera de tus cosquillas. Si me pierdo por tus escalones no me lo tengas en cuenta, no es más que el desierto pintado de rojo en borrador, sacándome la lengua como un martes cualquiera. Déjame respirar canciones bañadas en.. ¿pasado? No sé, igual solo es mi locura dándole los buenos días al despertador.
Igual mañana es otro día.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Después de todos estos años...

... sólo me quedan recuerdos que me empachan de melancolía. Sólo sonrisas fingidas, fuerzas de flaqueza que no salen, pocos motivos. Tres o cuatro credenciales que perdí en un tren camino a Madrid, notas que acuchillan mis pulmones, tinta color azul que ni me entiende ni lo intenta. Alguna que otra sonrisa, mil despedidas entre los dedos que me chillan al oído lo que no fue. Lo que no hice. Lo que no di. Lo que no dije. Todo eso que no supiste antes de irte.
Te echo de menos.

J.




Fotos que están ahí para nosotros. Historias de garrafón que retumban entre estas cuatro paredes, que se bañan en el idilio de no sé bien qué verano, que se ríen entre espasmos cuando le cuento a este lápiz todo lo que te echo de menos. Resquicios de un tal vez que me revienta las costillas. Grietas cansadas, párpados oxidados a merced de las lágrimas, quemaduras superficiales que llegan hasta el mismo corazón, rabia contenida en la última respiración que verdaderamente fue tuya. Flores. Canciones que te traen de vuelta, despedidas forzosas, setenta y dos horas extraordinarias, más de un párrafo con tu nombre en las manos. Mil y una razones para decir "yo me planto". Pero sólo una basta para seguir luchando.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Feliz cumpleaños! =D

Lo sabes, odio ver como intentas pintar la felicidad en esa sonrisa cansada que tiene de feliz lo que yo de infiel, y qué decirte, si nos dicen más las miradas que todas las palabras que podamos decir en esa vida que apenas hemos comenzado a andar. Tan jodidamente distintas que era imposible que no termináramos así, de la mano, con nuestras risas afinadas en el mismo tono que el de un imperdible al cerrarse. Que puede que nos juntaran cinco lágrimas y dos litronas, mezcladas con un poquito de seto y siete tardes a la semana, pero que ahora no es más que una clave y la vida por delante, con la misma alegría que cuando miramos ansiosas ese pequeño estante que nos chilla que nos hinchemos a calorías, y recuerda que en Pucela no me tendrás para inyectarte chocolate en vena. No sé, hay quién dice que va un año y quién jura que 500 noches, exudando poesías casi tanto como tardes en el Ninfo y noches en la muralla, o simplemente en ese ir y venir de ideas que a veces nos deja agotadas, y otras con esa sensación de no ser más que una maldita mota de polvo en el universo. No, miento. Dos. Siempre dos. Y quién sabe, quizá pronto seamos tres y no solo sean nuestras firmas las que hagan los deleites de todos esos locos que de vez en cuando se pasan por aquí.. atreviéndose a cruzar en rojo. No es más que la historia de algo tan nuestro que me resulta casi impuro el atreverme a nombrarlo. Podría jurarte que el amor no duele, o qué Love me again no es algo factible, o quizá que si un día lo descubres estaré abajo para recogerte, ya tú sabes. No sé, tú eres esa cosa que me dice de vez en cuando que hay que tener cojones para querer a la persona a la que más echas de menos.
Quiero cumplir otros 18 veranos a tu lado, y a ser posible entre sonrisas de esas que de vez en cuando traemos puestas, como algo innato en un átomo de nosotras mismas. Y lo siento pero la distancia tan solo se limita a la que dista entre nuestros corazones. Y qué te puedo decir, si no hay más que un centímetro entre latido y latido. Teóricamente las dos partes de una misma entidad. Prácticamente Nosotras, léase con énfasis en eso que ambas sabemos. Es decir, todo.
Que ya sé que voy adelantada, pero tú también te ocupaste del desarrollo de la rapidez de curación cuando me sacaste a tirones de cierto precipicio.. aunque me siga gustando asomar la nariz, ya tú sabes.
Qué más puedo decirte si todo es demasiado como para poder vivirlo de otra manera que como nosotras, así, como sin querer, tan simple como un exilio de la realidad.
Que te quiero, pequeño saltamontes =)

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Con D de locura.

Sé que no me llamo Amanda, y que nunca nadie me dedicó una canción. Sé que no eres Manuel, y que tú sí volviste cuando sonó la campana. Que el recodo de los cristales rotos se doblaba de envidia cuando tus ojos me miraban, con esa mezcla de pereza y de amor conjugadas en futuro, o al menos eso creíamos. Nunca pensé que nadie lograra hacerme caminar bajo la lluvia sin que esta me quemara, pero ese día olía a tierra mojada y tu sonrisa era especialmente deliciosa como para andarme con rodeos antes de buscar tus labios. Llevo tu piel escrita en mis manos, y aunque no lo sepas es tu voz la que me acuna cada noche cuando me abandona la luna. Puedo crear calles que solo existan cuando tú las cantes, o esquinas de esas en las que me dejaba atracar a punta de besos, de esos que me prometías taladrando mis Ray-Ban con esa mirada que me pedía a gritos un te quiero o un me estás enamorando. Pero decirlo haría que fuera real. Ya me conoces, ella me enseñó que fumarse los miedos es más económico que eso de sufrir, y lanzo besos a la nostalgia, empujando como sin querer notitas pintadas de gris bajo su puerta, reclamando una tregua entre mis sábanas para poder respirar algo que no fuera el humo de tus pulmones. La punta de mis tacones se tiñó de rojo aquella vez que me hiciste perderme por tu laberinto personal de inecuaciones sin resolver, de idas y venidas entre un gin tonic y un voilá, y mil y una sensaciones de apoplejía en el aire teñido de azul. Nirvana se fundía con Can't Stop mientras yo miraba al techo, ese que tú pintabas de colores cada noche en mis pupilas. Sí, Can't, con C mayúscula. Lo siento, pero a veces no es verdad eso de que querer es poder. No si llegas tarde.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Salamandra.

Qué te voy a contar, si no hace falta ni juntar dos letras para que sepas que sí, que estoy aquí sentada, intentando que mis miedos se consuman casi tan rápido como este cigarro, y mira que lo siento. Ya se que me imaginas dejando que el humo salga de mis pulmones, escondiéndome en esa masa anónima de nicotina que de vez en cuando me consume. Si basta una mirada, un imperdible, o quién sabe, una púa, para que sepas de sobra qué me muerde la conciencia, qué me acuchilla el corazón, con qué recuerdos he borrado las heridas esta vez, o que he tachado este párrafo cuatro veces pero, joder, sigue sin sonarme bonito.
Conozco tus pupilas cuando piden a gritos que le eche huevos, nada es más cálido que tu mano cuando me hace desandar los pasos que me llevan al ultimo precipicio donde de vez en cuando, me da por pintar corazones.
Que "se la cara que pones cuando te dejas ser completamente" Nosotras, así, con mayúscula y todo. Y la sonrisa que sigue a "venga va, pásame el boli y el cuaderno, que yo lo sigo".
Y no te ha hecho falta ni si quiera cerrar los ojos para conocer el gesto que ha seguido al último abrazo, para sentir esta habitación llena de humo, para escuchar el resquebrajar de la última calada que sí, que la he apagado con agua, y qué quieres que le haga, si Deltoya está sonando y no veas como retumba, casi al son de un par de latidos que, típico, pero cierto, buscan los tuyos.
Que jodía. Cómo me compras. Pero qué te voy a decir, si sabes de sobra que todo esto se reduce a un: c´est la vie.
Y que voy a terminar con un: ¿quieres verla conmigo?
Te quiero.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Ella.


Sonreí cuando vi la púa. Narraba historias de notas cortadas entre tardes de raíles, o de sonrisas, o a saber de qué. De sonrisas, o quizá de medias de esas que bañamos entre todas las tristezas que exudamos con cada calada de esas miradas que gritan que sabemos quiénes somos. Pero que lo sabemos juntas. Que no era solo la púa. Ese imperdible que atrapé entre mis dedos, entre los recuerdos de tu día y el olor del mío, demasiado cercano como para haberlo olvidado todavía. Da igual que no sea el mismo. Sigue siendo nosotras, tú y yo, y lo siento, pero a cada palabra pierdo las musas. Las sustituyes tú, pequeña. Has crecido. Sí, sí, ya lo sé, la enana soy y siempre he sido yo. Pero te vas. Y mientras te abrazo, con las lágrimas apunto de saltar, te oigo decir: "¡Que no me voy a la guerra chicaaaas!" Ya lo sé. Pero para mí es lo mismo que dejarte saltar al vacío sin paracaídas. Pero tú me lo has dicho tantas veces.. "¡Déjala volar libre, que se caiga, que se hostie, que aprenda! No es no quererla, es dejarla vivir." Te toca.
Pero no creas que me quedo atrás.
Dame dos años y me tendrás en tu cuarto sin dejarte estudiar a Carlos III, ni encontrar tus apuntes entre mis gilipolleces de periodismo, o de psicología, o de aeronáutica. O de lo que nos depare el futuro.
Solo sé una cosa.
Que estaremos juntas.

jueves, 2 de septiembre de 2010

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Me apoyo en ti porque no puedo, porque las riendas pesan demasiado como para poder tirar ahora de ellas. Te necesito a cada instante, trato de ocultar esta epatía, resguardarme en ese jodido caparazon que lágrima a lágrima he construido. Qué coño te voy a contar, que no sepas ya de mis ojos, si una jodida mirada basta para que leas hasta el último resquicio de mi mente y en el fondo, sabes que no lo odio. Me consumo entre cigarros, agoto la angustia en el último trago de esta cerveza que puede que no sepa igual que ayer. Vivo, o sobrevivo en una jaula de asfalto, hierro y corazones rotos. Te huelo entre canciones que me recuerdan lo que pudo ser, que me presentan a la soledad misma como si tratara de llamar a mi puerta para engañarme, para decirme que así todo es mejor, más ocre, sí, pero con más sentido. Le cuento a este imperdible crónicas y crónicas de una marcha tan inesperada, de un adios que para nada era anunciado. Te siento entre un montón de recuerdos que hacen que de una forma u otra mi corazón me cuente que sigues aquí, como siempre, cuidandome. Te escribo, y aunque no lo leas, lo hago porque sé que así, aún te mantengo vivo.