jueves, 2 de septiembre de 2010

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Me apoyo en ti porque no puedo, porque las riendas pesan demasiado como para poder tirar ahora de ellas. Te necesito a cada instante, trato de ocultar esta epatía, resguardarme en ese jodido caparazon que lágrima a lágrima he construido. Qué coño te voy a contar, que no sepas ya de mis ojos, si una jodida mirada basta para que leas hasta el último resquicio de mi mente y en el fondo, sabes que no lo odio. Me consumo entre cigarros, agoto la angustia en el último trago de esta cerveza que puede que no sepa igual que ayer. Vivo, o sobrevivo en una jaula de asfalto, hierro y corazones rotos. Te huelo entre canciones que me recuerdan lo que pudo ser, que me presentan a la soledad misma como si tratara de llamar a mi puerta para engañarme, para decirme que así todo es mejor, más ocre, sí, pero con más sentido. Le cuento a este imperdible crónicas y crónicas de una marcha tan inesperada, de un adios que para nada era anunciado. Te siento entre un montón de recuerdos que hacen que de una forma u otra mi corazón me cuente que sigues aquí, como siempre, cuidandome. Te escribo, y aunque no lo leas, lo hago porque sé que así, aún te mantengo vivo.

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