jueves, 30 de septiembre de 2010

,

21 de septiembre.
-El alcohol desbordaba esa mirada que a través del ascensor supo desgarrar cada centímetro de mi conciencia, y no tengo excusa desde el momento en que te sonreí. Solo fue una noche, y de ella unas horas, con las sábanas resbalando por tu piel cuando huí con el soplo del amanecer de allí. Quizá despertases con el click de la puerta de tu piso, y vieras ese post-it verde que rezaba un gracias como única respuesta al te quiero que me susurraste. No sé, qué decirte, una más de tantas y una noche en tu almohada, mi olor por compañía, y el abrazo de mi ausencia. Sentirías frío, quizá, y tu cama me odiaría tanto que se negaría a volver a dejarte soñar con mi forma sobre ella al amanecer, tal y como te la encontraste, un día de enero. He roto tantos corazones que ya el mío ni siente. Creo que simplemente quise cobrarme cada lágrima en un corazón nuevo. Decorarías tu casa con frascos embotellados del olor de aquella noche, con cuadros de la forma de mi espalda, que te dejé memorizar hasta que el contacto de tus labios provocó tantos escalofríos como gemidos en tu garganta. Esperé cualquier cosa aquella noche, con esos ojos azul cielo que no sabían hacer más que sonreírme y prometerme todo eso que nunca he querido. No, no recordé tu nombre. Ni quise hacerlo. Y, joder, no es necesario que te lo diga.

No hay comentarios: