viernes, 21 de octubre de 2011

Et voilà, como si hubieran pasado treinta años.

Escuchar a Sabina pierde todo su sentido si ya no pisas este suelo, y me queda poco más que un poco de fiebre y cuatro paredes que se me echan encima porque en este piso todos han salido de fiesta (y bien que hacen). Las calles de esta ciudad cada día son un poco más extrañas, no termino de acostumbrarme a este barrio y sus miradas, y se echa de menos a los chavales, por eso de que, estemos donde estemos, me hacen sentir en casa. Me tiemblan las piernas cuando pienso que hasta los días siguen sabiendo a sangre, cuando echo la vista atrás y de un año a esta parte, el 90% de lo acontecido me resulta indiferente. Me abruma la simple capacidad de querer y dejar de hacerlo, me agobian las prisas, y el sinsentido de tantos palos como caídos del cielo. Pocos recuerdos me quedan ya que no duelan, que tenías un ojo azul y otro verde, aquel primer orgasmo, o como te juré entre muebles y cajas que no me iría nunca, y perdón por no cumplirlo. Se trata de evolucionar como persona: hacer malabares con los vaqueros, amar como si llevaras haciéndolo toda la vida...
De tanta hostia, y tanto duende de una noche, y tanto chupito, me quema el exófago, y al final, no sé como lo hago, pero acabo maltratando yo más a mi corazón, que todos los hijos de puta que vinieron a intentarlo.

No hay comentarios: