domingo, 1 de mayo de 2011

Pasado.

Cuando repasas los hilos de tu pasado a veces lo único que quieres es esconderte bajo las sábanas de tu cama, y llorar. Tengo la suerte de que la gripe llamó a mi puerta en el mismo instante que recuperaba un pequeño disco duro rectangular donde se guardaba todo lo que llegué a creer perdido. Mentiría si dijese que me creo mejor ahora de lo que era hace tres años, pues considero que crecer es aumentar el número de fallos habidos en tu cuenta. Anteayer, mientras me maquillaba con ojo clínico las ojeras y el no dormir previos a los exámenes y/o entregas para ir a chillar como nunca esas canciones de las que nadie, excepto nosotras, conocemos lo que son, me dio por organizar mi vida, y pensé en lo bonito que es poder borrar algo con un simple clic del botón derecho y eliminar. Dejé lo que me gustó y quité lo que no me apetecía recordar. Gente que se nos ha caído por el camino, gente a la que cuando conocimos de verdad dejó de gustarnos. Entre todo eso, vi una marabunda de textos que la última vez que los toqué databa del 23/06/2009. Ayer, mientras estaba en pijama, con el pelo revuelto y más fiebre que cuando estoy a solas con él, abrí de nuevo el disco duro, y casi me avergüenza decir que tuve que tragarme una americanada como Sr y Sra Smith para tener narices a leerlo. Abrí el primer texto, y le llamé, casi sorprendida de mi misma. Abrí el segundo, el tercero, el cuarto. Casi todos (misteriosa y sorprendentemente) con más de cuatro páginas. Cuatro horas más tarde terminé de leer y de hacerme críticas a mí misma, y al mismo tiempo de autosorprenderme descubriéndome con ganas de saber cómo continuaba cada historia, olvidándome de que eran mías. Hoy, no paro de pedirle a mi madre que me instale el word (la versión de prueba caducó) para poder leer y reescribir de nuevo todas esas historias, corregir los fallos y mejorarlas. Quizá, algún día, se vean por aquí.

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