jueves, 29 de julio de 2010


Transformarse cada día en cuestión de pasos y palabras porque la gran cuidad es gris si le faltan besos y abrazos y por todas partes huele a corbatas húmedas de café o tacones desgastados de pisar colillas hechas de inseguridades.
Ya me conoces y no he vuelto a ser en el amplio sentido de la existencia desde que no corto la droga de tu piel a mordiscos mientras envuelves nuestra risa en papeles.
Porque enamorarse consiste en ahogarse en tus gestos cotidianos de primeras impresiones mientras me dices "nunca me haces caso", y yo intento no quitar esa cara de "chico valiente y desenfadado conoce chica y se enamoran siete suspiros después" que me producen tus mejillas.
Frustrarse ante el sino de un mundo que solo me parece hermoso porque tu lo pisas. Aislarse física y mentalmente del surréalisme que nos acecha, et voilà, desaparecer en el exilio de tus ojos cuando merezca la pena.
Porque el amar sin sufrir es como follar con ropa.
Indefinible.
Ilimitado.
Jodidamente vacío de sentimiento y significado.
Para seguir con las manos en los bolsillos.
Preguntándonos.