Y despertar un día a tu lado, sonreír y sentirme estremecer bajo el faro de tus ojos. No dejar de sentir tus besos sobre mi cuerpo, como una estela con la que dibujas mi nombre, con sabor a caramelo, a locura y a sueños. No dejar de recordar tus ojos velados con la forma de mi cuerpo, tus manos hambrientas solo de mí, los besos con tu nombre en mis labios.
Recordando cada vez que me mordí la piel al verte fumar, en parte por temor y en parte por deseo. Esquematizando tu cuerpo en puntos potencialmente sugerentes a los mordiscos de unos dientes que se afilan en tu piel, sin compadecerse de cada poro que se estremece a su paso, ni de cada gemido que surge de tus labios mientras sonríes y cierras los ojos, suavemente, como sin querer.
Sin ninguna intención de compadecerme de cada agujeta que tengas después.
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