viernes, 27 de agosto de 2010

Título.

Sólo cuando pasé delante del espejo comprendí que estaba equivocada, que mi reflejo ya no era un nosotros, solo un yo. Habían caído las hojas y lo que un día fue nuestro lugar se cubrió de ellas, quizá intentando evitar la vergüenza de vernos así, tan jodidamente fríos y desamparados que no encontraba nada con que calentar mi corazón. Sonaban las siete y yo seguía quieta, en mi cama, entre las sábanas que me acogían, amorosas, cuando hasta ellas averiguaban que mis ojos no eran capaces de seguir conteniendo todo lo que significas. En esos momentos trato de huir, con más ahínco y menos éxito, de tu recuerdo. Y es que no sé, pero amartillo mi conciencia y algunos días me revuelco en el fango solo con recordar tu sonrisa cuando me veías allí, aterida de frío entre la nieve que cubría los tejados, solo por verte. Creo que siempre pensé que todo era un punto y coma, que le seguía una tercera o cuarta parte, que era indestructible. Que no pondrías ese punto final de tu felicidad con ella. Aún me cuesta comprenderlo, como si las palabras no tuvieran sentido en realidad.
Ya no me quieres.
Tiene que ser eso, y a la vez es tan doloroso que no quiero pensarlo, saberlo, intuirlo,.. oírlo. No quiero conjugarte en pretérito, prefiero alargar indefinidamente eso de buscarte dentro de los condicionales, pese a saber que no estás allí.

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