martes, 3 de agosto de 2010

Que todo se me escapa entre los dedos...


Reconozco que se perdió esa vieja costumbre de regalar lunares, la melodía de los domingos, y hasta la linea de tus ojos. No me esfuerzo en disimular, no pretendo parecer otra cosa que cenizas de lo que algún día fui mientras lucho por aquello que me redujo simplemente a eso: cenizas de un nosotros entre lágrimas de alquitrán y alguna que otra sonrisa. No voy a hacerme la dura y mucho menos decir que los fantasmas me dejaban dormir por las noches, que pasaba por esa calle y ni si quiera seguía oliendo a ti, o que no habría dado mi cuerpo, mi alma y todas mis letras de mierda por caerme de la cama y despertarme de una hostia contra el suelo. No voy a simplificar mi vida a un te quiero fingiendo olvidar el antes, el después, y el "mientras yo dormía tú llorabas" y viceversa. No voy a ponerme un pañuelo en los ojos de las manos ni voy a negar que ya nada es lo que era. Que el mundo gira muy rápido como para asumir que mis veinticuatro horas sin verte se convierten en una tarde de domingo que para ti se simplifica en unos segundos, en la libertad misma, en lo que puede que un día sea aire y no sepamos ni cómo ni por qué se haya convertido en un par de recuerdos rodando sobre la almohada de otro cuarto que quizá quiera conocerme. O quizá no.

No hay comentarios: