martes, 24 de agosto de 2010


La magia que fluye de tu boca a la mía y de mis entrañas a mis dedos transformada en una tinta azul que nada tiene que ver con tu ánimo, ni con tus mejillas, ni con nada de nada porque no existe la palabra que defina tu perfil tan bien como la foto que guardo en mis adentros. No hay acentos para tus poros, para el olor que parece tragarse los fantasmas de mi habitación cuando cruzas de un lado a otro observando las paredes, cada pequeño letrero que en realidad te demuestra que cuando te tengo encima no sólo abro las piernas sino también el corazón. No caben comas, ni si quiera un par de diéresis que como obscenas me recuerdan la cara que pones cuando tienes sueño, cuando dejas aflorar esos pequeños gestos que te hacen ser tú y que se basan en primeras impresiones que me parece haber visto antes, creo que por todo lo que he soñado contigo. Mi etimología se basa en tus caderas y hablar de sintaxis supone analizar tu cuerpo con mi lengua. No quedan vocales y cuando le hablo de ti a mi lápiz solo sabe escribir puntos suspensivos. Infinitos suspensivos que hablan de nosotros y a los que espero, el corazón que lo mueve, nunca permita dejar caer esa lágrima.

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