martes, 3 de agosto de 2010

Bics.


Observé aquella fotografía y al principio no lo reconocí. Había crecido, y junto a él veía un café. Sonreí. Siempre criticó mi afán a la cafeína. Me lo decía una y otra vez, susurrándolo en mi oído, arrebatándome el vaso de café vacío de las manos, tan frías las mías, como siempre. Se me hacía extraño volver a pensar en él. Ahora no tenía que preocuparme por contener el dolor, se había convertido en algo innato en mi cuerpo, tan simple como el hecho de respirar. No me aterraba volver a verle. No me daba miedo enfrentarme a sus ojos.. me daba miedo que volviera a acuchillarme su olor, que volviera a sonreírme a quemarropa, volver a quererle, volver a sentirle, darme cuenta de que no quiero olvidarle. En el fondo sí. Me daba miedo volver a verle. Me paralizaba la sola idea, aunque a la vez hacía que mi corazón palpitara como queriendo escapar de mi pecho y correr hacia él.. volver a casa. Cerré los ojos. Estar allí era un error. Verle era un error. Encontrar aquellas llaves había sido un error. El portazo fue el punto final de todos los años en puntos suspensivos.

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