viernes, 27 de agosto de 2010

No.

Él bajó la vista, dejándola hablar.
-Relájate. Sólo era una deuda pendiente entre aquellas dos balas y mi alma, como el silencio del superviviente de la ruleta rusa. No te lo negaré, y tú lo sabes. Te busqué entre lunas del color del pergamino, entre las calles retorcidas que hicieron de ti y de mí un nosotros, más claro y perfecto que el más sincero y puro de los te quiero que te susurré al oído aquellas veces que fue cierto que me amabas, aunque el cigarro se sustituyera por un trago de vodka entre ladrillos. Sabes que añoré que me cantaras cada tres de picas cuando no podía dormir, o el placer de saber que cuando mis dedos rozaban las cuerdas de cualquier desgraciada guitarra que cayera en las redes de mis manos, eras todo mío. Todo aquello que hacían los amantes y que tú me negabas, entre esa sonrisa tuya que hilaba mis pensamientos, y todo aquellos que nos hacían diferentes, porque era tan tuyo y tan mío, tan poco nuestro, que me hacía arder la mirada. Desgarré cada instante buscándote en cada callejón de la ciudad. Se perdió, te perdiste entre recodos de meses que de reales dolían. Ahora respiro tu miedo como si del mejor afrodisíaco del mundo se tratara.
-Tu sinceridad me asusta.
-No. Simplemente no soy tuya.

No hay comentarios: