miércoles, 4 de agosto de 2010

Día a día trato de librarme de los estereotipos. No sé, y tampoco busco un par de credenciales,
todo lo que escribo es pura catarsis.
Borro, no paro de borrar un montón de letras que se confunden,
que suponen un contrato entre mis deseos y los de la realidad,
que nada tienen que ver con mi pragmática aunque estén en primera persona.

Me gusta ir de aquí para allá,
mandarlo todo al carajo aun a riesgo de rasgar vestiduras.
Me sabes a tequila y a Gardel y me dueles tanto que cortas.
Vivir, vivir en el amplio sentido de la palabra, consiste en los arañazos,
en el pelo de recién follada.
En ese no sé como ni por qué y ahora estás en mi cama.
Joder.

Por todas partes huele a alquitrán y ellos
juegan a dormir nuestros sueños con pelotas de goma.
Aislada, vivo aislada de la esfericidad de la tierra tanto física como mentalmente
y hasta tal punto que no soy capaz de seguir mi rastro,
de quitarme esos pantalones que tanto me gustan
mientras repites constantemente como si fuera una secuencia matemática,
las cuatro palabras mágicas que nadie sabe.

Te guardo secretos que saltan a la vista,
y a veces si me pillas de buen humor te como a almohadazos:
"Por una regla de tres básica, hoy el mundo debería ser más precioso que nunca".
Pero miras al rededor con la misma insatisfacción,
con tan pocas ganas que te vuelves gris, puro humo.
.

Crecer.
Crecer cerca de unas vías muertas que nada tienen que ver con un alma
y ver trenes y trenes que pasan y por todas partes gente, y por todas partes polvo.
El Exilio.
Así se llamaba.

Felices.
Felices porque ahora lo intentamos,
y todo parece así tan touchemente hablando demasiado hermoso.
No sé, ¿por qué no?.
El pinta, ella escribe, el toca, ella sonríe tímidamente a los flashes.
Desde que vamos de mezcladores de acentos las cosas han cambiado. Sí, ya se que no rima.
Nunca seré Sabina, y menos en el segundo trago.
Pero me jodo.
Me muerdo los labios, recojo las lágrimas que retuercen el espejo.
Y sigo caminando.







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