jueves, 11 de noviembre de 2010

2:50

Me cansé del insomnio, de los gritos, de la cama fría y vacía que suponían un par de lágrimas rodando por mi almohada, mis manos quisieron dejar de devorarte. Decidí recordarte en pretérito, olvidar todos los proyectos, dejar de temblar con el roce de tu mano sobre mi espalda, vivir con la palabra en los labios, acostumbrarme a no morder más las sábanas. Luche hasta dejarme la piel, sufrí cada resquicio de estas jodidas cicatrices que ahora sólo son eso, cicatrices, aunque algunas noches, cuando cambia el tiempo, decidan saber a sal y doler como si fueran parte de mi alma. Cambié, olvide, busqué, encontré. Tuve que entregarme. Supe entonces que había merecido la pena. Que aunque seas el que me saca de los apuntes de arte, de cuatro acordes, de la cama, no hay nada mejor que sentir que tu mano en mi cintura me hace empezar de cero. Aunque suene tan raro que hasta me asuste.
Esta vez sí, será la última vez.

1 comentario:

Salamandra dijo...

Grande, muy grande enana.