domingo, 3 de octubre de 2010


Qué te voy a decir si no hay droga más dura que tus sonrisas jugueteando con mis dedos, tu piel reflejada en mis pupilas, tu respiración fumándose cada resquicio de dolor que aun queda en mi cuarto. Que te puedo contar, si no hay mejor ritmo que el de tus caderas, Nosotros, así, en mayúsculas, reventando muelles casi tanto como mentiras, como tempestades que tratan de derribarnos, pero, que se jodan, aquí seguimos. Poco más puedo añadir que no sepas de mis ojos, nada que no te haya delatado en cada esquina, en cada encontronazo contra una pared que no es la misma si no eres tú el que me atraca, el que me mueve, el que altera mis latidos hasta hacerse el dueño, de por qué no, cada uno de los cielos que alguna vez cayeron en forma de lágrimas sobre una almohada que te conoce tan bien, que cuando no estás, te extraña. Todas mis letras de mierda se quedan cortas si las comparo con tu boca, con los mordiscos que aunque no lo sepas, llegan hasta el alma misma, que ya es tuya.

No hay nada más duro que la última despedida, ni nada más dulce que verte marchar despacio, calculando al milimetro todos esos pequeños gestos que me vuelven loca.


Joder, si es que no hay nada que se quede más corto que un te quiero, para que sepas, todo lo que, te guste o no, solo tú me haces sentir.

No hay comentarios: