jueves, 14 de octubre de 2010

Dos mil formas de sentir.

Podría narrarte que he vivido cosas, que he sentido cosas, aunque apenas sea una mínima partícula dentro de algo que es demasiado enorme como para comprenderlo. Podría enumerarte, uno a uno, cada sentimiento, desgranarlo con precisión cirujana, analizarlo, diseccionarlo. Podría explicarte cómo he sentido cada momento en unos 396 días, día más día menos. Cada sensación, cada persona. Individualizar cada átomo abstracto hasta reducirlo a la nada. Pero eso sería ridículo.
Porque también puedo decirte que he besado el cielo y que también he excavado en los hoyos más profundos de la desesperación. Que he vivido suspendida a los pies de un abismo y sin tener nada a lo que agarrarme, con vértigo y una necesidad enfermiza de seguir avanzando hacia el pasado. Que caí, llegué al fondo y, aún no sé bien cómo, volví a subir. Que me mantuve en los niveles seguros, acolchados, protegidos, rodeada de una red de seguridad que me he dejado por el camino, en el último cruce de miradas, entre los límites de mi conciencia y sus ojos. Que conozco lo que es vivir sin ellos y con ellos, y sé la sensación que da creerlos perdidos, y el estremecimiento de cada uno de mis poros si lo pienso. Ese saber que si esta vez caes mueres, que has subido demasiado alto como para aceptarlo, comprenderlo, asumirlo,.. no temerlo. Que ya no está en tus manos, que esta vez no dependes de ti misma. Que dependes de alguien a quien coserías a tu piel.

No hay comentarios: