jueves, 10 de marzo de 2011

My darling.

Me gusta la seguridad que encierra la vuelta a casa, el batir de las alas de las mariposas que guardan tus ojos, los horarios de los trenes y esos domingos recién estrenados y con garantía.
Poner un pie en el anden supone buscar tu pelo entre maletas y prisas, andar un poco más allá de las inseguridades y morderte los sueños que me he dejado en las cunetas del camino.
Primera calada y todo sabe distinto, "esta vez sí" me dice mi cabeza, y verte caminar despacio con la mochila a cuestas, pestañas color resaca, sonrisa a prueba de caricias pasajeras de jueves noche y balas. Reconozco esta cama, quizá por todo lo que he soñado con ella. Te duermes y yo no sé donde meterme, te leo en las arrugas tus intentonas de más, mientras mis manos intentan conocer lo que sueñas. Arropo mis miedos y tus pies rozan mis dudas.
Perfecto.
Todo menos terminar este párrafo a las tres de la mañana en esta mesa que aún no te conoce.
Perfecto, digo, porque aunque la ropa de mas y las horas de menos me delaten en cada esquina, te voy a follar hasta el alma.
Y lo digo con el corazón en los dedos.

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