sábado, 18 de junio de 2011

Lo aprendido en el camino.

Ella se revuelve entre las esperanzas de hoy y los sueños del mañana. Le guiña el ojo a las farolas para que me alumbren por las noches, y finge que me cierra las heridas con alcohol de cubata porque sabe que eso me hace sentir bien. Nunca creyó en los cuentos de hadas pero ahora tiene uno propio. Escribe siempre con M en la cabeza, y antes de que mi toalla caiga al suelo, la coge. Vuelve a casa pronto, pero borracha, porque dice que los charcos le hablan del futuro y es por eso que nunca falta una palmada en la espalda si me invade la pena. En su mundo no caben cinismos pasados de noches sin dormir por culpa de un rubio, porque ella, dice, es mucho más que el solo de Snow sonando hace ya año y pico. Y no se cansa de sonreír a los extraños por la calle, porque cree firmemente que todos  merecemos tener un buen día, y no para de afinarle las cuerdas de la guitarra a su chico, porque cuando nadie nos ve me confiesa que sin él, no es nada. Le escribo esto porque sé que estará perdida entre una litro y un trozo de hierba en cualquier parque de Segovia a estas horas, y sinceramente, no me ha dado tiempo a decirle lo perfecto que ha sonado, a eso de las 9, cuando yo ya le echaba de menos, su "te lo dije". Sigue diciéndomelo Marianita, sigue.:)

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