martes, 4 de octubre de 2011

Mi estrella...

Vivo evitando cualquier resquicio de aire que contenga tu nombre, cualquier brisa fresca que venga a recordarme que ya no estás, que te has marchado y por mucho que mire al cielo no consigo distinguirte. Me acojona el simple hecho de la indiferencia, imaginarme a algunos llorándote entre las cuatro esquinas de la habitación en las que repartías sueños de alquitrán, como eso que fumabas alguna que otra vez conmigo. Se me hace imposible beber a tragos largos el vino a palo seco, y mira que lo intento, no se si porque dejaste una estela  a tu paso o porque me han dicho tantas veces que eras genio y figura que no me sale más que imitarte. Si estuvieras por aquí con tu tos seca y tus ganas, te diría que sigo siendo esa niña acojonada que sostenías entre tus brazos, un poco más vieja (que no más alta), y un poco más madura (pero poco, lo siento, tía), aunque ya sabes tú que de porcelana tenía el corazón y no las botas. Tampoco puedo contarte historias que ya no sepas. Pero el traqueteo de los trenes del metro ahora me sabe amargo, los helados no llegan a casa seguidos de un chocar de llaves contra la mesa de la entrada, y el "ya estoy aquí" se pierde entre el humo de mi piti y el rechinar de dientes que se antoja inevitable cuando pienso en lo que te echo de menos. Bajarse en atocha ha perdido todo su sentido. Y cuando llueve, grito como una loca, porque no me sale pesar otra cosa, que es porque tu lloras.

1 comentario:

Anónimo dijo...

.......preciosa,me encanta.<3