Llegaste tranquilo, riéndote entre las baldosas de mis sueños, buscando mapas del tesoro entre los besos que no di a otros por miedo. Te paseaste triunfante, agitando las sábanas de mi cama para indicar que había acabado la guerra. Me desnudaste con las manos, con la boca, con los ojos, en patios, aceras, túneles, habitaciones alquiladas, parques, hospitales y bancos. Me prometiste un mientras que podríamos hacer durar eternamente, caladas para los problemas y sonrisas para los días grises. Redujimos a las penas, amenazamos a beso o muerte a cada callejón, doblamos la esquina de esa ciudad donde me esperaste aquel viernes.
He jurado que voy a contar cuantos besos te caben en el cuerpo. He jurado que voy a quererte hasta que digas basta, y lo mejor, es que sé que puedo hacerlo...
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