Yo
soy una de esas chicas que leen. Sé lo que es hablar y hablar de un
libro; odiar a un autor, y amarlo a la vez; sufrir por alguien que solo
existe entre la tinta, entre las páginas de un libro; llorar en un
epílogo; que mi olor favorito no sea la colonia que él usa, si no el
olor a libro nuevo; enamorarme de esa trilogía que sigue amarilleando en
mi estantería, porque seguiré redescubriéndola cada vez que la abro.
Sé
lo que es ser yo. Pero no tengo ni idea de qué es ser él. Él, que es
quien me ve perderme cada día entre las historias, como quien pasea por
un laberinto de pensamientos, "hielo y cristal". Él, que me ha sufrido
durante semanas tras cada epílogo, él ha secado lágrimas de amargura
porque se acabó. Él me ha escuchado hablar sin parar sobre ese personaje
que me enamora entre las líneas, con una sonrisa, o de ese ángel
mecánico, simplemente porque pienso que puede llevarle a mi mundo.
Pero
sobre todo, él aguanta cada día vivir con alguien que ve a través de la
tinta. Con una persona que vive su vida como si fuera una historia.
Conozco las pausas y los espacios necesarios, conozco los puntos de
clímax de una historia lo suficiente como para disfrutarlos sádicamente.
Cada día, despierta al lado de alguien que se levanta con la ilusión de
encontrar en su camino un nuevo libro que devorar.
Y eso no debe ser nada fácil.
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