domingo, 11 de diciembre de 2011

Le petite mort, siempre inconclusa.

y cuando vuelve a casa a cenicienta le sobran chupitos a falta de un principe que le traiga su zapato, porque duermen lejos y respiran mal por no acuchillarse el aire a base de besos, y se pierden en un par de callejones sin salida porque saben que al día siguiente saldrá el sol aunque no haya habido carroza de vuelta a casa, por el rollo ese de la superacion, de quererse más y mejor a medida que pierden la ropa, de conocer a ciencia cierta lo que es pelear entre kilómetros, no poder llegar porque han dado las doce, deshojar cada segundo de la espera, buscar aliento en un piti y que no me joda no escribir porque todo es perfecto, porque no hay penas que camuflar ni mundos paralelos que construir a base de tinta y folios arrugados, porque no tengo que contar más mentiras, porque Cien años de soledad parece lo que duró su espera, Rebeca Montiel tragándose sus mariposas y las de otras cuarenta, porque el sonido de los muelles les recuerda que siguen vivos, que aquí están a pesar de las tormentas, que tienen una eternidad por delante, con poquito más que la inseguridad vistiéndoles todos los días,quemando tronos, arañando espaldas, terminando películas como mayor exponente del romanticismo, abrazándose debajo de la ducha, apagando despertadores, queriéndose en amateur, como dice escandar, y lo que es más importante, follándose como si se hubieran buscado toda la vida...

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