viernes, 4 de noviembre de 2011

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Y ella no pudo sostener el escalofrío que suponía volver a vivir lo mismo, y nadie la impidió gritar sacando la cabeza por la ventana hasta quedarse sin aliento, golpear todos y cada uno de los muebles de la habitación hasta que le sangraran los nudillos. Se le olvidó lo aprendido en la espera, que para salir a la calle con tacones hay que practicar en casa, que uno más uno no siempre suman dos, que si no lo haces, te arrepientes de por vida, que engañar esta mal pero a veces parece hasta necesario, y que las manchas de vino se quitan, pero sólo si lavas la ropa muchas veces. Apretó los dientes como lo había hecho otras tantas, se dejó querer en otros cuerpos, y en otras horas, pero no en otras posturas. Volatizó su corazón, y después, con la cabeza bien alta, le despidió entre lágrimas.

8 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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